El estudio del movimiento culmina en la teoría del motor inmóvil. Para Aristóteles, el movimiento es eterno, por tanto, debe existir un motor que también lo sea, pues, según su opinión, no puede haber movimiento sin motor. Según esto, todo lo que se mueve se mueve por otro. Sin embargo, en la serie de seres que se mueven, y que a su vez son movidos por otro, no se puede proceder al infinito, ya que en ese caso quedaría sin justificar el movimiento.
Ahora bien, como todos los seres que nos rodean- minerales, plantas, animales y el propio ser humano- están en potencia, es decir, pueden moverse o no moverse, debe existir algún ser que esté siempre en acto. En caso contrario, ¿de dónde surgiría el movimiento? Es necesario pues, llegar a un primer motor, o sea, a un ser primero que posea en sí mismo su propio ser acto y sea la causa del movimiento de todos los demás. Este primer motor, según nuestro filósofo, es el motor inmóvil.
Para Aristóteles, el motor inmóvil es un ser perfecto, inmaterial y eterno, un acto puro- sin potencia- que, sin poseer ningún tipo de movimiento (“inmóvil”), es la causa del movimiento de todo lo demás (“motor”).
Ahora bien, de acuerdo con su concepción teleológica este motor no mueve en tanto causa eficiente, es decir, no mueve actuando sobre el resto de las cosas o “empujándolas”. El motor inmóvil mueve en tanto causa final, ya que mueve atrayendo al resto de las cosas, es decir, las mueve en tanto que el resto de los seres tienden, aspiran, desean o apetecen al acto.
(Diego Sánchez Meca y Juan José Abad Pascual. Historia de la Filosofía. Bachillerato. Método @pruebas 2. Editorial Mc Graw Hill. Madrid 2023.